Ir al contenido principal

¿Cuándo regresas?

A menudo me preguntan cuándo regresaré al Perú, como si una estancia prolongada fuera supusiera una pérdida necesaria de la identidad. No estoy de acuerdo con esto. Si de algo puede jactarse el siglo XXI es de haber interconectado cada rincón del planeta. Las redes sociales y los teléfonos inteligentes incrementan esta sensación de cercanía. Los centenares de vuelos diarios que salen de los aeropuertos la materializan. Con esto quiero decir que viajar ha dejado de ser un privilegio de pocos.

    He viajado desde el mes de junio hasta hoy. He recorrido gran parte de Kenia, en el África oriental, luego he pasado a Austria y de ahí a España. Llegué al Perú para presentar Solo quería ver, un libro de viajes que escribí durante la pandemia, ya que el contexto me parecía aportar el ingrediente de aventura a este tipo de literatura. En Huancayo, reconecté con viejas amistades y “me puse al día” de lo publicado recientemente, de las últimas películas producidas, del arte callejero y de la ciudad. En realidad, nunca sentí que me haya ido. Siempre estuve aquí, aunque en la sombra.

    Presumo que ese tipo de preguntas llevan más de una intención adentro: la de marginar, negar o expulsar a quienes piensan diferente. Los argumentos: perder la esencia de la peruanidad, las costumbres, el arraigo, bajo la supuesta noción de enajenarse en otras culturas.

    Los seres humanos se han movilizado desde la antigüedad. No hay en el mundo una sociedad que pueda vivir aislada sin terminar, en palabras del escritor keniano Ngugi wa Thiong’o, asfixiándose en ella misma. Ni las lenguas ni las culturas son puras. Necesitan de otros elementos foráneos para poder subsistir. ¿No se ahogó, acaso, el latín al interior de los muros de los conventos europeos durante la Edad Media? ¿No fue la dispersión y el contacto con otras culturas locales lo que dio finalmente origen a las lenguas romances? Por eso nunca he estado de acuerdo con quienes sostienen que la “esencia” de un pueblo debe mantenerse intacta e inmóvil: en la lengua, en las manifestaciones culturales, en la literatura ni en el domicilio. 

    En un artículo anterior esbocé algo sobre los escritores exiliados que por voluntad propia o por la fuerza viven fuera de sus países de origen. El sentimiento de pertenencia de un escritor es distinto a la fijación de su domicilio. Creo que quienes profesan su incomodidad hacia los escritores que viven y hablan de sus países desde fuera, confunden esas dos categorías. La segunda no es otra cosa que el lugar donde se duerme por las noches. La nacionalidad y el sentido de pertenencia, en cambio, no se pierden. Así aquella le sea arrebatada a la persona, usualmente por motivos políticos, siempre queda la huella de quién alguna vez fue. Los nazis lo hicieron con los judíos, por ejemplo, para poder ejecutarlos sin un proceso legal debido.               

    ¿Alienación? Para nada. Vivir en el extranjero, por el contrario, incrementa el conocimiento de la sociedad de uno al ser posible contrastarla con otra. Cada viaje otorga la misma posibilidad cuantas veces sea posible.  Desde el extranjero es posible establecer ciertos paralelos que ayudan a anunciar cambios futuros. En esta delgada línea sigo la idea de Sartre cuando afirma que la existencia precede a la esencia. No importa de dónde vengamos, sino a dónde nos dirijamos. En lo literario, no hay nada más provechoso que un viaje a los escenarios donde transcurren los libros de los escritores que a uno lo ayudaron en su formación. Vinculada a la lengua, la literatura y el viaje por distintos países produce un enriquecimiento personal a nivel lingüístico y cultural.

    Vivir en el extranjero puede tener sus ventajas, aunque generalmente los riesgos a ser visto como un paria en su propio país se incrementen con los años. He viajado desde que tengo uso de razón. Primero gracias a las inquietudes de mi padre, con quien visité el corazón de los Andes peruanos, las alturas de Huancavelica, Andahuaylas o Ayacucho, durante los años embrionarios de su partido político, Renacimiento Andino, en la década de 1990, y después por algunos escenarios de los Estados Unidos y Europa. Y no me refiero a los Andes peruanos con un tono de exotismo, porque en cierta medida mis visitas y orígenes están vinculados a ellos.  

    La mayor parte de mi vida la pasé en Huancayo, donde estudié y desarrollé mis inquietudes intelectuales, mis amistades longevas las conservo allí, y acumulo libros, como todo bibliófilo, de lo producido en este entorno. Desde hace cinco años decidí no solo viajar de turista, sino de buscar una estancia más prolongada. Entre el 2020 y 2021 cursé una temporada en la Universidad de Bonn, en donde me encontré cara a cara con la pandemia. Desde el 2023 estoy en el programa de doctorado en Literatura Comparada de la Universidad de Carolina del Sur. Como varios escritores y académicos peruanos y extranjeros que migraron a Estados Unidos y a Europa, decidí explorar, a ver qué sucedía.

    Pero en todo esto hay un riesgo incluso mayor: no calzar en ningún lado. Ni en el país de origen ni en el de destino. Por suerte no es mi caso. Tampoco se lo deseo a nadie. A pesar de todo, vivir alejado del país es una decisión propia y nadie debería desanimar a quien desee moverse libremente por otras geografías y regresar a casa cuando desee, un refugio donde los brazos deberían estar siempre abiertos.  

 

 

Huancayo, agosto de 2025

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pachanga de escritores: Las cartas del Boom

Las cartas de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez revelan la construcción íntima de sus amistades, y son la punta de iceberg de lo que sucedía en una época en la que sus carreras como escritores no solo iban en ascenso meteórico, sino en la dirección de expandir la literatura latinoamericana hacia Europa y Estados Unidos.       El género epistolar —antaño tan indispensable en la vida cotidiana— era una práctica que se debía de dominar si uno quería causar la mejor impresión en su destinatario, y quizás único lector. La estructura, la extensión y el estilo revelaban el cuidado de su autor. Era todo un arte en sí. Y es por esto que cuando se publica un texto recopilatorio como  Las cartas del Boom  (2023), solo queda celebrar.       La carta inaugural fue la que Carlos Fuentes le dirigió a Julio Cortázar, fechada el 16 de noviembre de 1955, escrita en México con destino París. Su emisor pide una cola...

Le dedico mi silencio: el silencio de Mario Vargas Llosa

¿La última novela de Mario Vargas Llosa? El autor añade al final de  Le dedico mi silencio  que será su última novela y ahora solo le “gustaría escribir un ensayo sobre Sartre” —su maestro de joven— y será lo último que escribirá. Si el libro habla de la huachafería y de las utopías, como explicaré luego, cuesta creer, aunque no con tristeza, el final de la carrera de un escritor, quien, por lo demás, siempre transmitió seguridad en sus ideas estéticas, culturales y sociales. ¿Un utópico? No lo creo. A diferencia de Toño Azpilcueta, protagonista de esta novela, Vargas Llosa da una lección de saber en qué momento marcharse de la fiesta. A la gran mayoría de escritores y creadores la muerte los arranca del trabajo, poniendo en riesgo la planificación del futuro de su obra. Molière, por ejemplo, murió en pleno escenario; Balzac de una enfermedad repentina; Zola asfixiado por gas y Víctor Hugo de viejo. La muerte no se elige, pero uno puede intuir en qué momento llegará, y Vargas ...

¿Sherwood Anderson con amnesia?

El hombre caminó durante cuatro días seguidos. No tenía noción de quién era ni cómo había llegado hasta Cleveland, un pueblo ubicado a 40 kilómetros de su lugar de residencia, Elyria, en el estado de Illinois. Un boticario notó que el hombre se encontraba fuera de sí, enfrascado en su interior o, mejor dicho, ausente de sí mismo.     Fue conducido inmediatamente al Huron Road Hospital.             Ese hombre era Sherwood Anderson.             Un reducido grupo de personas deja todo por seguir un sueño, un ideal o una utopía. A estas se las suele catalogar —en sentido literario— de románticas o desquiciadas. Hay otras, en cambio, que se ciñen a los bienes materiales y a una vida cómoda sin carencias. Podría decirse que Sherwood Anderson, el escritor norteamericano que alcanzó la cima de la popularidad y reconocimiento por un libro a medio camino entre la novel...