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El cosmopolita inmortal

Ha muerto Mario Vargas Llosa. El último de los gigantes. La noticia viaja de Lima a París, de Londres a Madrid, de Nueva York a Roma, en lenguas distintas, sugiriendo el cierre de la novela de su vida. Como único peruano, doctorando en literatura comparada en la Universidad de Carolina del Sur, me señalan con el dedo que es a mí a quien le toca hablar sobre él: esta vez me dirijo a todos (en francés).
     Dejo que mi mente repase los nombres imprescindibles de su obra, los infaltables, los inmortales, los que no pueden faltar en la mochila, en la librería móvil y en los estantes de las bibliotecas del mundo. La ciudad y los perros (1963), La Casa Verde (1965), Conversación en La Catedral (1969). Novela, cuentos, teatro, cine, ensayo, crónica, ningún género escapó de su mirada crítica ni de su gran ambición de escribir la “novela total”. A través de sus ensayos y entrevistas, dejó entrever lo que esto significaba: lo inalcanzable, la representación general de un universo narrativo novelesco que incorporase todo y de todo. Vaya que esto transcurre en la conversación entre Zavalita y Ambrosio, en Conversación en La Catedral, texto angular para entender la complejidad de la sociedad peruana, construido bajo el influjo del “modernismo” anglosajón de James Joyce y de William Faulkner, pero también de Ernest Hemingway y la “palabra justa” de Gustave Flaubert.
    Contrario a la idea de muchos, su mayor logro no se encuentra en sus obras, sino en la idea que el mundo se ha hecho del Perú y en su figura pública. Quizás sea el único escritor auténticamente cosmopolita a caballo entre el Perú y el mundo. Como Rubén Darío —el primer latinoamericano republicano con una imagen universal—, Vargas Llosa siguió sus pasos. ¿Qué importa esto? Importa mucho. El Perú vive enfrascado en sus problemas, incapaz de proyectarse más allá de sus fronteras. Vargas Llosa criticaría esto, como en su momento lo hizo contra viento y marea. Una lección se desprende de todo esto: para escribir hay que viajar y para viajar hay que escribir.
     ¡Hasta pronto, cadete Vargas Llosa! 

 

Publicado en Correo, 16 de abril de 2025

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