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Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas y el poder de la lengua

Mi experiencia como lector de literatura inglesa es previa a la castellana. La razón es sencilla: esta representaba la obligación de aprender en las aulas temas impuestos a la fuerza, por entonces, actividades soporíferas a tal punto de acabar con los hábitos de lectura de muchos. Los ingleses, en cambio, representaban la libertad de elección por simple afinidad, buen gusto y, sobre todo, porque describían un mundo ajeno a mi entorno más cercano. Joseph Conrad fue uno de estos. Se trata de uno de los más polémicos escritores de fines del siglo XIX, periodo de mayor auge del Imperio Británico, amado y odiado por numerosos lectores, divididos a menudo por las representaciones de personajes no europeos. Aunque algunos años hayan transcurrido de mi descubrimiento de los clásicos ingleses, no deja de sorprenderme la carga simbólica de la lengua —su mirada del mundo—, los viajes y el poder cultural de la literatura.  

 

UN MARINERO EN EL CONGO BELGA

       A pesar de la reprobación de las personas que lo rodearon en la adolescencia,  Joseph Conrad deseaba convertirse en marinero para recorrer los lugares más remotos e inexplorados del mundo. Para un joven polaco, sin embargo, todo esto no pasaba de ser un deseo lejano, si se quiere, un capricho de juventud. De todos los viajes, sin embargo, el que mayor impacto tuvo en su vida fue su expedición al Congo. No solo por las duras condiciones del trayecto, narradas en The Congo Diaries (1890), un cuaderno de notas usadas durante su expedición como empleado de la Société Anonyme pour le Commerce du Haut-Congo —sociedad autorizada para la explotación del marfil y caucho de la zona—, sino, por la debilitación de su salud con efectos de por vida a causa de la gota, con sucesivas crisis y dolores, problemas dentales graves, depresión y ansiedad. Sus numerosas novelas reflejan este espíritu aventurero, con énfasis en varios episodios vividos en sus viajes, entre las que destacan The Nigger of the Narcissus (1897), Lord Jim (1900) o Heart of Darkness (1899) —historia que acusa el sistema inhumano de colonización—, traducido como El corazón de las tinieblas. Con estas novelas, el joven Conrad nunca se habría imaginado que su nombre figuraría entre los más grandes prosistas de la literatura victoriana.  

                   ¿El trasfondo? Según Maurice N. Hennessy, en 1876, Leopoldo II de Bélgica decidió explotar el Congo con la intención de “abrir camino a la civilización del único lugar del globo donde el Cristianismo aún no había llegado”. Se generó a raíz de ello una rivalidad entre los países europeos, que no deseaban ser dejados de lado en la repartición del continente africano. En 1884 el prime canciller de Alemania, Otto von Bismarck, convocó la Conferencia de África Occidental con el fin de limar asperezas entre las naciones europeas y fijar las reglas de colonización del continente africano. Leopoldo II reclamó el territorio del Congo como propiedad privada, se convirtió en su legislador e implantó una serie de políticas extractivas brutales a costa del trabajo hasta la extenuación y muerte de los nativos. Su manejo del territorio se dio desde Bruselas a través de un Administrador General y, posteriormente, un Comisionado para cada uno de los quince distritos del país. Este es el panorama retratado por Joseph Conrad. 

 

LA FALSA IMAGEN DE ÁFRICA 

Las lecturas hechas de Heart of Darkness han sido contradictorias desde la fecha de su publicación. Como si de una ilusión óptica se tratase, donde unos ven blanco otros ven negro. El dilema es el siguiente: ¿se trata de una crítica o una defensa del colonialismo? A grandes rasgos la novela recrea una crítica profunda a un sistema de explotación brutal, pero el ángulo del que uno se sitúe marca las diferentes interpretaciones. 

            El argumento es sencillo, y se desarrolla a través de lo narrado por un  testigo a modo de una pequeña caja china. Anclados en el Támesis, a la entrada de Londres, el capitán Marlow cautiva a los pocos tripulantes del Nellie con el recuento de su viaje al Congo. Su misión era rescatar al administrador de un puesto de explotación de marfil, Kurtz, un tipo cínico y misterioso, de una zona río arriba para llevarlo de vuelta a Inglaterra. El trayecto enfrenta a Marlow a un mundo extraño y ajeno a todo lo que había visto en su vida de marinero, un panorama cargado de peligros naturales y seres humanos distintos al blanco europeo. 

            El escritor Chinua Achebe, autor de Things Fall Apart (1958), en 1975, dio una conferencia en la Universidad de Amherst, en Massachusetts, y en ella manifestó su incomodidad por la imagen distorsionada y racista de los africanos. Su argumento es que el narrador, el autor por extensión, sostiene una mirada dualista del mundo en la cual África se convierte en la antítesis de Europa. Si la Inglaterra finisecular representa el poder, la cultura y el positivismo, el Congo, y el continente africano, representa la explotación, la ignorancia, la mala educación y  —al otro extremo—, la inhumanidad. ¿De qué manera? Pues a través del manejo del lenguaje. Y aquí se encuentra mi argumento. Bajo la perspectiva de Marlow, las personas del Congo no tienen identidad única porque no tienen lenguaje, y no pueden canalizar sus propias quejas ni elaborar un plan de revolución. Por tanto, son explotadas hasta la extenuación por la International Society for the Supression of Savage Customs —alter ego de la sociedad belga para la que Conrad trabajó en su expedición de 1890—,  al punto de convertirse en elementos del paisaje, al mismo nivel de los árboles o los animales.     

            Pero ¿qué hay detrás de todo este mundo brutal descrito por el narrador? Marjorie Spiegel sugiere que los escritores modernistas del fin de siècle conservan un alto sentido darwinista, es decir, una lógica que pone al europeo como ser superior en aquella cadena evolutiva de seres vivos provenientes de todas las épocas del pasado. Esta convicción acompaña a Marlow durante todo el viaje en el buque a vapor a través del río Congo, y es la razón por la cual describe a los africanos como seres primitivos y sin agencia propia ni deseos de amotinamiento ni reclamos de sus derechos. Podríamos hablar, entonces, de la subordinación del cuerpo africano y la total anulación de su lengua, para justificar la explotación de los recursos naturales del lugar. Al margen de esto, los lectores no tenemos la más remota posibilidad de conocer de cerca a esos seres humanos. Nuestras impresiones son filtradas necesariamente por la mirada de Marlow. Solo Kurtz tiene esa facultad.  Y por irónico que parezca, al ser el personaje más ambicioso y explotador, es el único que se integra a esa comunidad con los africanos. Sus seguidores y la amante negra que se despiden a la ribera del río, por tanto, son la única fuente de información de esas personas —información igual de distorsionada, pero cercana al menos—, de los nativos animalizados de la historia.

 

EL IMPERIO Y LA SELVA

La sensación de supremacía inglesa sobre el resto del mundo se evidencia en su literatura, y la creación de un mundo aparte y diferente al suyo. No es casual la aparición de libros exitosos como El libro de la selva (1894) de Ruyard Kipling o los relatos de Robert Louis Stevenson producidos durante el mismo periodo. Narrativas cargadas de un poder simbólico muy poderoso que sitúa a la nación inglesa en la cima de la pirámide. 

            En la novela de Conrad esta noción se halla a partir de la imagen inicial —con los cuatro miembros del Nellie a bordo—, envueltos en la neblina a orillas del Támesis, marcando una ineludible distinción entre el centro y la periferia. Los personajes blancos europeos ubicados al centro del mayor imperio de mundo y arrimados a los márgenes los negros africanos. La Europa ilustrada contrastada con la África sumida en la oscuridad. Lo mismo sucede con la geografía, el clima y los seres humanos. La historia sucede entre dos ríos: el Támesis y el Congo, uno está ubicado en Londres y el otro en un país rodeado de árboles y ríos caudalosos, descrito como próximo al fin del mundo. Un hecho que llama la atención es no oír de boca de ninguno de los tripulantes del Nellieun cuestionamiento a la narración de Marlow, hecho que sustenta su total convicción y aprobación. El río, por tanto, representa la riqueza del imperio, la ruta de llegada de esos hombres después de sus viajes a tierras lejanas y de los comerciantes que llevan el mundo a la metrópoli: The dreams of men, the seed of commonwealths, the germs of empires.

            Marlow, por otra parte, es retratado como un viajero ejemplar, alguien que regresa de esos confines del mundo, que, incluso, juega con la ironía de lo que significa la civilización: I had, as you remember, just returned to London after a lot of Indian Ocean, Pacific, Chinas Seas — a regular dose of the East — six years or so, and I was loafing about, hindering you fellows in your work and invading your homes, just as though I had got a heavenly mission to civilize you

            Establecidas las dicotomías entre Londres y el Congo, nos sumergimos en una historia llena de juicios en torno al valor de la civilización occidental en detrimento de la sociedad africana. Estos juicios negativos no se limitan, sin embargo, solo a enumerar el paisaje —natural y humano—, sino, a un profundo deseo de jerarquizar las diferencias entre las dos sociedades, en la cual el Reino Unido se sitúa en la cumbre de la pirámide. Huggan y Tiffin, al respecto, sugieren que la jerarquización de la vida es cómplice de la explotación colonial y el racismo desde tiempos del imperio hasta el presente. Este sistema vertical de valoración, por tanto, no solo se fija en el contraste entre los alcances materiales y el ambiente —entre Londres y el Congo—, y su alcance penetra la existencia de la vida de los seres humanos. ¿De qué manera? A través de la paulatina marginalización por características biológicas distintas, atribuyéndoles, además, un sentido de moralidad inferior e incorregible.  

            El siglo XIX llevó el racialismo todavía más lejos y lo convirtió en una ciencia con supuestos resultados científicos —medibles— para segregar a los grupos humanos. Por ejemplo, el anatomista francés Cuvier desarrolló una teoría racial en la que postulaba tres razas superiores, en orden de jerarquías: la blanca, amarilla y negra. Sus estudios influenciaron en otros científicos de la época como Charles Hamilton Smith con su estudio The Natural History of the Human Species (1848) o el Essai sur la négalité des Races Humaines (1852) de Gobineau. Todas estas siguieron un esquema similar de marginalización.  

            Las adjetivaciones peyorativas de Marlow para referirse a los africanos,  evidencia esta convicción de superioridad y deber moral de compartir la civilización. Una forma es negándoles una identidad propia y mostrándolos a todos como una masa informe y bulliciosa: Dark human shapes could be made out in the distance, flitting indistinctly against the gloomy border of the forest.  Sin embargo, tampoco se presenta un interés de su parte incluso cuando tiene la posibilidad de ver a personas de más cerca: I had to lean right out to swing the heavy shutter, and I saw a face amongst the leaves on the level with my own, looking at me very fierce and steady; and then suddenly, as though a veil had been removed from my eyes, I made out, deep in the tangled gloom, naked breasts, arms, legs, glaring eyes, — the bush was swarming with human limbs in movement, glistening, of bronze colour

            ¿De dónde viene todo esto? En realidad, como afirma Carrie Rohman, la imagen de regresión al pasado, evocada por la teoría de la evolución de Charles Darwin, a los confines del mundo marca una ruta de catalogación entre el pasado de la humanidad y su presente evolución ,y esto se evidencia en el impacto que tiene Marlow ante esa geografía: Going up that river was like travelling back to the earliest beginnings of the world, when vegetation rioted on the earth and the big trees were kings. An empty stream, great silence, an impenetrable forest. The air was warm, thick, heavy, sluggish. There was no joy in the brilliance of sunshine (…) this stillness of an implacable force brooding over an inscrutable intention. It looked at you with a vengeful aspect.

            La evocación del paisaje natural, entonces, se convierte en una amenaza ubicua. Por otra parte, se trata de un logro desde la perspectiva del colonizador de haber llegado al confín del universo a implantar su poder. ¿Y el hombre africano? Este se ha reducido a mera parte del decorado, al mismo nivel jerárquico de los grandes árboles prehistóricos o de los animales que habitan las orillas del río Congo o, en palabras del propio Marlow, a la sombra del hombre prehistórico, al borde de la animalidad.

            

LA LENGUA PRIMITIVA

Hay un factor, sin embargo, de suma importancia que revela las angustias de Marlow al enfrentarse a esta sociedad desconocida: su aparente humanidad. En realidad lo aterra la idea de reconocer que también ellos son seres humanos como él, como las personas que conoce en Londres, y  esta idea no se aparta de su cabeza durante su viaje mientras va penetra la selva río arriba en el corazón en las tinieblas: What thrilled you was just the thought of their humanity. ¿Por qué el temor? Como si fuera un espejo, Marlow ve en los ciudadanos africanos el lejano pasado de occidente. Es un mundo darwiniano que ha sido dejado atrás —dominado y superado—, pero que ahora se encuentra, amenazante, frente a él. De esta manera, bajo la lógica del imperialismo, los pobladores de las orillas del Congo son sometidos y despojados de su identidad. Nadie tiene nombre ni características propias que los diferencia del resto. Estas medidas de sometimiento, por otra parte, pueden ser interpretadas como una respuesta, o un miedo al levantamiento colectivo que significaría la muerte de los mismos colonizadores, en caso de estar organizados en modo alguno, pero sus intereses parecen estar alineados a los de los colonizadores.

            Bajo la mirada del marinero, los africanos representan esa cercanía a la animalidad, pero no del todo. ¿Por qué? El lenguaje juega un rol crucial, como señala Rohman, en la superioridad del homo sapiens, y su uso racional del lenguaje. Jeffrey Moussaieff Masson y Susan McCarthy sostienen que el razonamiento, la risa, las emociones, distancian al hombre del animal.

            Los africanos representados en Heart of Darkness no muestran ni por asomo ninguna de estas emociones humanas, al menos no tenemos acceso a ellas desde la mirada del marinero. Incluso al presentarse la oportunidad de verlos de cerca es solo para escucharlos emitiendo gruñidos imposibles de entender o para expresar sus deseos de comerse el cuerpo del ayudante de Marlow o, casi al final de la historia, el cuerpo de Kurtz. Los africanos vistos desde la perspectiva, por tanto, se encuentran encuadrados dentro del paspartú de un cuadro, y para los ojos imperiales de Marlow sus voces representan solo una serie de signos incomprensibles: The prehistoric man was cursing us, praying to us, welcoming us — who could tell? We were cut off from the comprehension of our surroundings; we glided past like phantoms (…) We could not understand, because we were too far and could not remember, because we were travelling in the night of first ages, of those ages that are gone, leaving hardly a sign — and no memories

            ¿Qué sucede? Desde la perspectiva lingüística de Roman Jakobson, la cita anterior presentaría un claro problema del código y, extensivamente, del mensaje. Marlow acepta la casi humanidad de las personas a las que observa, no simpatiza con ellas, porque, simplemente, está cegado por la comisión que se le ha encargado de rescatar a Kurtz. Es incapaz de comprender los signos lingüísticos provenientes de una masa informe de personas. Consecuentemente, su valoración del lenguaje también es sometida a juicio. 

            Sobre su escala valorativa se encuentra el inglés, inseparable del imperio, sobre las otras lenguas europeas o indígenas. Es por eso que a pesar de la impresión negativa que tiene de Kurtz, siente mayor empatía por él por el solo hecho de ser inglés y versado en poesía y arte. Cobra especial relevancia, en este mismo sentido, el libro que Marlow encuentra en un campamento destruido: “An inquiry into some points of Seamanship”, cuyas páginas lo transportan —al menos en la imaginación— al mundo civilizado del que viene. Le llama la atención, sin embargo, las anotaciones en los márgenes cuyo significado tampoco logra entender. Más adelante resulta que un ruso es el dueño del libro y las supuestas anotaciones estaban en su lengua. Se evidencia así la ceguera cultural de Marlow de entender otros contextos distintos al inglés, de los cuales poca noción e interés tiene. 

            La definición del estado moderno de Benedict Anderson resulta beneficioso para entender esta dinámica de lenguas. Una comunidad política, —nos dice— es imaginada en cuanto a la cantidad limitada de sus habitantes y su soberanía como nación. Sus ciudadanos podrían no bien conocerse entre ellos, pero tienen una idea imaginada y mediatizada por los medios de comunicación acerca de las otras personas de su misma comunidad, donde la lengua es, además, un factor de reconocimiento de suma importancia. El personaje ruso de Heart of Darkness se ubica, por tanto, en una segunda escala debajo de Marlow, sin embargo, su procedencia conocida y su raza lo ubican en un plano de mayor control que los africanos. El encuentro entre estos dos personajes es claro al respecto: You English?’ he asked, all smiles. ‘Are you?’ I shouted from the wheel. The smiles vanished, and he shook his head as if sorry for my disappointment. Then he brightened up. ‘Never mind!’ he cried encouragingly

            La lengua de africanos, en cambio, está en la base de las valoraciones de Marlow. El acercamiento del explotado a la lengua de los explotadores, sin embargo, solo les sirve para ganarse más desprecios. Resulta interesante por esto ver que los africanos cuyo dominio del inglés burdo tampoco simpatizan de ningún modo al marinero, quien los llama “brutos” en cada ocasión posible. Al morir Kurtz se sugiere, además, de boca de una “cabeza negra insolente” que el cuerpo del inglés será canibalizado por el modo apresurado en que todos se acercan a verlo, y uno de ellos dice a duras penas: Mistah Kurtz — he dead.

            ¿Se trata de un lenguaje subalterno? Sí, porque los deseos, inquietudes y conocimiento de los africanos, en general, no son siquiera conocidos. No encuentro otra expresión mejor para definir esta jerarquización del lenguaje. Por esta razón cojo la definición de Gayatri Spivak y su argumento sobre la posibilidad de la mujer subalterna de expresar sus pensamientos y actuar con iniciativa propia y no por la decisión de otros frente a un poder político más fuerte. En el caso de los africanos, cuando tienen la posibilidad de articular palabra alguna es solo para ser incluso más despreciados. Para Chinua Achebe, el haber conferido el habla a los africanos de modo deficiente y en una escena de caníbales es el mayor asalto de Joseph Conrad a la identidad africana, ya que los condena a los poderes de la oscuridad y la propia muerte física. El escritor nigeriano critica, además, al marinero narrador —para aquel un defecto de composición— que nos presenta la historia de Kurtz, por no dar otros marcos alternativos para que los lectores juzguen por sí mismos los actos de los africanos. Por esta razón, le coloca a Joseph Conrad la etiqueta de “racista”. 

            Hay dos personajes que en mi opinión engloban —cierran y complementan mi argumento de la subalternización del lenguaje—. Cuando Marlow maniobra el buque a vapor con el moribundo Kurtz, una mujer negra —probable amante del administrador inglés— llega a la orilla y con una comitiva de hombres negros emiten gritos incomprensibles para el marinero y, en adición, a los lectores: When we came abreast again, they faced the river, stamped their feet, nodded their horned heads, swayed their scarlet bodies; they shook towards the fierce river-demon a bunch of black feathers, a mangy skin with a pendent tail — something that looked like a dried gourd; they shouted periodically together strings of amazing words that resembled no sounds of human language; and the deep murmurs of the crowd, interrupted suddenly, were like the responses of some satanic litany

            Marlow ordena espantar a las personas de las orillas tocando la bocina del buque a vapor, acto que desespera a esa multitud, pero no espanta a esa mujer de carácter más fuerte e indócil: Only the barbarous and superb woman did not so much as flinch, and stretched tragically her bare arms after us over the sombre and glittering river.

            Lo interesante es la respuesta afirmativa de Kurtz cuando Marlow pregunta si él logra comprender a esas personas. Esto no solo demuestra la compleja construcción del administrador, del que todos hablan, pero nadie tiene el privilegio de verlo. A través de la intervención de su amante negra y su comitiva, podemos enterarnos de que es también visto como un líder entre ellos. Al margen de sus cuestionables engaños y métodos de explotación —su casa rodeada de cabezas clavadas en estacas es una señal de control por medio de la superstición—, lo que llama la atención es que su probable dominio y entendimiento lingüístico de los habitantes del Congo lo hayan puesto en ese lugar. 

            ¿Qué significa esto? Kurtz ha sido capaz de acercarse a esos seres humanos retratados como prehistóricos y, extensivamente, está a punto de convertirse en uno de ellos. ¿Qué lo detiene? Su raza y su nacionalidad, por esto simpatiza, después de todo, con Marlow. Para Rohman, el lenguaje tradicionalmente trasciende el cuerpo, la mortalidad y lo animal.

            Por esta razón, sugiero que la subalternización del lenguaje en Heart of Darkness anula no solo la posibilidad de comunicación de los africanos vistos desde la subjetividad de Marlow, sino, plantea un problema aún mayor y es la imposibilidad si quiera de acercarse a ese grupo humano a costa de convertirse —como Kurtz— indirectamente en uno de ellos. ¿Qué vio Kurtz cuando vivió entre las tribus africanas con las que tenía un lenguaje en común? ¿Qué cambió en él? ¿Cómo se operó este cambió? Sus palabras, cuando aún goza de un poco de consciencia, cobran un sentido humano más profundo que parece responder a estas cuestiones: The horror!  The horror!

  

DE VUELTA A LA CIVILIZACIÓN

Londres representa la luz a la que se dirige Marlow tras la muerte de Kurtz. En este regreso simbólico la palabra impresa cobra especial interés. Uno los momentos en los que el administrador le confiesa que tiene una cantidad propia de marfil y que la compañía desea arrebatárselo, es una denuncia de Conrad al sistema colonial. ¿Es Kurtz una víctima de esta cadena de explotación de recursos y de humanos? 

            No dudo del planteamiento de la crítica al imperialismo de parte del escritor, una denuncia a la exaltación del racismo y el miedo a la otredad. La ambición desmedida de poder, una promesa de matrimonio con una mujer hermosa y el hacerse un nombre en el imperio, condujeron a Kurtz a buscar la distinción. El viaje al Congo lo condujo a hacerse inhumanamente rico y cayó en su propia deshumanización, algo que lo emparenta en el futuro con el drama de Jay Gatsby, la gran novela de Scott Fitzgerald. La presión de un medio que exige un lugar en la escala social, fueron su perdición.

             La discusión de Chinua Achebe no termina solo en los límites del texto. Su percepción rebalsa los límites de la ficción y saltan a la realidad. ¿Cómo? Para él, la imagen de Conrad no solo es distorsionada e impropia, sino que corre el riesgo de formar una imagen negativa de África ante los ojos de occidente. Y esto tiene efectos no solo en un orden simbólico, sino que tienen efectos reales en la sociedad, en el comportamiento de las personas. Achebe cita un artículo publicado en el Christian Science Monitor, en el cual se hace referencia a la migración de países con índices de pobreza a Europa y Estados Unidos. Al referirse a Inglaterra habla de la inmigración de niños que hablan Indiano or Nigerian dialects, es decir, la misma lengua inglesa hablada en esos territorios colonizados, ahora marginados por el color, el tono y el vocabulario diferente. El problema de fondo es que esta actitud crea un inevitable sentimiento de superioridad de una nación frente a otra. ¿No recuerda esto el encuentro de Marlow con el ciudadano ruso o con los caníbales del buque a vapor?

            Una imagen tan controversial como la de Heart of Darkness, por tanto, puede, efectivamente, provocar reacciones negativas o pre concepciones culturales de una realidad en términos raciales, culturales y lingüísticos. Y sobre este punto radica no solo la peligrosidad de las descripciones hechas por el marinero Marlow, sino, y en igual medida, una lectura distorsionada del niño polaco que se convirtió en la gran figura de las letras inglesas.


Londres, mayo de 2024




Publicado parcialmente en mi columna El rastacuero literario en Bitácora, mayo de 2024.

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