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Gertrude Stein. El riesgo de explicar la literatura

                                       America is my country and Paris is my home town. 

Gertrude Stein

 

Nadie como esta mujer para generar opiniones tan opuestas con respecto a su estilo de escritura allá en la centenaria París de la década de 1920, cuyo espíritu desborda las páginas de dos libros fundamentales: París era una fiesta de Ernest Hemingway o La autobiografía de Alice B. Toklas, de Gertrude Stein. A un lado se agrupan quienes la consideran fundadora de un estilo literario nuevo, una descubridora de formas expresivas novedosas y originales que reflejaban esa emotiva modernidad que todos los artistas buscaron en el cambio de siglo. La búsqueda de un arte que no mostrara la realidad, sino lo que ella significara. Al otro extremo, en cambio, se encuentran los que la ven poco menos que una mujer excéntrica. Y con aforismos como: “Yo soy yo porque mi pequeño perro me conoce” o “Rosa es una rosa es una rosa es una rosa”, muchos dudaríamos de qué lado situarnos.

    Pero las opiniones extremas traen de por sí dificultades. Gertrude Stein las tuvo, y muchas, en principio para publicar sus primeros libros, los que van de 1902 a 1913, en los cuales, según opinión de Michel J. Hoffman, se encuentra lo mejor y más experimental de su obra. Se refiere, naturalmente, a la época en la que escribió Three Lives, Q.E.D., The Making of Americans (Stein advertía durante años que era un libro de mil páginas difícil de publicar), o su obra maestra, que nadie publicó hasta 1922, año frugal para la literatura anglófona, Geography and Plays, el año también de joyas literarias como The waste land de T.S. Eliot y Ulysses de James Joyce. De esa primera época de Gertrude Stein son también los retratos que hacía de todas las personas a las que iba conociendo, sobre todo artistas —pintores—, retratos que revelan el acercamiento estético a su arte. El famoso retrato de Pablo Picasso, por ejemplo, quien a cambio realizó uno de ella misma, o el de Henri Matisse o Paul Cézzane, son textos imprescindibles para comprender a la escritora en esta faceta. No se tratan, sin embargo, de retratos como los que hacía Saint Beuve un siglo atrás o los famosos retratos satíricos del siglo XVII surgidos de los salones de Madeleine de Scudéry o Mademoiselle Montepensier, ni siquiera los extensos perfiles como los muy celebrados del Nuevo Periodismo de mediados del siglo XX, los de Gay Talese o Tom Wolfe. Los de Stein, por el contrario, eran otra cosa, algo así como un mosaico de palabras que buscaba representar la psicología de la persona, una composición a medio camino entre la poesía de asociación libre y la malgastada prosa poética, pero sin llegar a estacionarse en ninguna de estas. Sus famosos retratos, asimismo, abrevan todavía más de la pintura, que más adelante pasó a llamarse de vanguardia, que la literatura en sentido estricto. Con respecto a esto, Hemingway solía decir que Stein sabía bien cuándo un Cézanne era bueno. Y tenía razón porque su fama de coleccionista de cuadros de artistas, cuyos nombres el mundo aún no había descubierto, es prueba de su aplastante capacidad de análisis. Y Los rastros de estas influencias visuales están plasmadas en su escritura. De Cézanne cogió el privilegio de las estructuras geométricas por encima de la realidad, lo mismo que del cubismo y sus alteraciones de perspectivas y formas fragmentadas, distintivos de Pablo Picasso. Del mismo modo, rehusó el uso de la trama con el fin de mostrar la personalidad de los personajes, en una clara continuación de la tradición literaria dejada por Henry James. 

    ¿Era su arte solo un arranque emocional para trastocar la realidad, los impulsos de su época, el zeitgeist dominante posterior a la Primera Guerra Mundial? ¿Su búsqueda de la originalidad, alabada por Harold Bloom, empieza justo ahí, en romper el origen de las cosas, de la realidad e ir en contra del status quo?

    A lo largo de sus siguientes trabajos buscó algo muy tentador de hacer cuando algo es nuevo y, extensivamente, incomprensible: explicar su obra. A través de ríos de páginas de poesía, cuentos, libretos teatrales, falsas autobiografías, así como charlas y conferencias en espacios tan prestigiosos como Cambridge y Oxford, Stein reveló sus procedimientos creativos y sus recursos narrativos, sin importar dónde los hacía; es decir, en un espacio creativo u otro expositivo. Y este abordaje de conquistar o educar un público lector, es altamente riesgoso porque la insistencia en dar las fórmulas para entender una obra puede —y es lo que sospecho— tratarse de un pecado, si no religioso, sí literario y estético, por sonar a justificación más que a explicación.  ¿Será este el caso de Stein y el caso de otros escritores de la misma época?

    Los aspirantes a escritores en el contexto de la lengua inglesa de la época, gente marginal de los Estados Unidos o Gran Bretaña, encontraron en París, un lugar de libertad de expresión, sin juicios morales ni culturales, y, lo más importante, de extrema flexibilidad económica. Los efectos de la Gran Guerra provocaron la recesión del país y quizás esta fue una de las mayores motivaciones para llegar y aspirar llegar a las cumbres del arte. Todos ellos, como Gertrude Stein deseaban que sus trabajos escaparan de la dependencia del mundo real; según Hoffman para ingresar a un ámbito de propia existencia autónoma. El ser por el ser, el deseo —y esta es una marca de los modernistas— de no repetirse a uno mismo. Gertrude Stein y su hermano Leo llegaron a París en 1903, a la famosa casa del 27 Rue de Fleurus, donde los sábados muchos artistas expatriados como sus antriones se daban cita para compartir sus trabajos, beber y charlar hasta el día siguiente. Durante sus primeros años en París fue cuando Stein empezó a escribir en secreto, a espaldas de su hermano, y durante las noches.

    La posición de Gertrude Stein, sin embargo, frente a su escritura logra percibirse en varios momentos, y en cierto modo las ideas de la época atraviesan su obra. La etapa formativa de Gertrude proviene de sus estudios en el Laboratorio de Psicología de Harvard bajo la tutela de William James, hermano del escritor de Los europeos, y Hugo Münsterberg, de quienes aprendió las “teorías contemporáneas de la personalidad”. Su interés por el tema se incrementó y publicó un artículo denominado “Problemas de atención y escritura automática” en The Psychologial Review. Un acercamiento a las corrientes médicas y estéticas del naturalismo dominante en la segunda etapa del siglo XIX, las cuales argumentaban que e destino del ser humano está dado por su psicología o su raza y no por su entorno social. Con exponentes notables en Europa y Estados Unidos de América, como Kate Chopin, Theodor Dreiser o Stephen Crane, y pueden percibirse aún en la autora en Q.E.D. Su idea de la milenaria estrechez cultural de los africanos, en este sentido, no la dejan exenta de los prejuicios del siglo pasado. Por lo que tan original en el plano ideológico no podría ser. 

    Y esas posturas no se desligan de su concepción del narrador, por otra parte, porque, desde su elaborada visión, no se diferenciaba la voz del narrador de la del creador. Pero no en la forma de los escritores románticos, cuya voz autoritaria y avasallante rebasaba los límites de la historia para expresar una posición ideológica o exponer su erudición de la forma cómo Herman Melville hace en los episodios intercalados de su Moby Dick, donde luce sus conocimientos en cetología sirven de contrapunto a la historia central de la caza de la ballena blanca y los marineros a bordo del Pequod. Stein, en cambio, no buscaba una intromisión, pues su voz era siempre la misma, la de la mujer culta, amante del arte, homosexual y vanguardista. Los resultados más interesantes, sin embargo, provienen de su filosofía pragmática, que también derivan del influjo de William James, y que destaca Robert Bartlett como la búsqueda de una auténtica estética americana. El pragmatismo sustentaba su principio en el flujo del presente, del cambio constante de las cosas frente a los ojos de uno mismo. Y para expresar eso Stein comparaba su escritura con el paso a ritmo trepidante de los fotogramas de un proyector de cine y otras ideas que revelan este interés de capturar el momento, como las gotas de agua que impactan sobre el piso o las ruedas de un automóvil. Es lo que ella elaboró en sus conferencias Composition as explanation de 1926 o What are master-pieces and why are there so few of themde 1936, así como en sus falsas autobiografías con nombres tan provocadores como La autobiografía de Alice B. Toklas La autobiografía de todos. 

    La creatividad de Gertrude Stein, entonces, no es la que está en juego, sino la necesidad de justificar su obra, inextricable en algunos casos, para dar las herramientas necesarias para comprenderla. Si bien se trata de una operación que los escritores-pensadores hacen con la intención de revelar sus intenciones  —no siempre exentas de miedo al rechazo— como el marionetista que muestra los hilos invisibles que dan vida a sus muñecos, el lugar y la forma son las que marcan una diferencia sustancial. Y el lugar es el género, un ensayo, un artículo periodístico, un diario o un epistolario, y generalmente no la obra en sí misma (más aún si las ideas de explicarla sobrepasan la obra misma). Es lo que hace Robert Louis Stevenson al publicar sus Ensayos sobre el arte de escribir  o el carteo entre Gustave Flaubert y Louis Colet. Gertrude Stein, sin embargo, rompe todos los convencionalismos de la época. Y hace de la escritura el principio y el fin de si misma. Y si bien sus motivaciones no están exentas del pensamiento de sus contemporáneos —lo que en apariencia la haría menos original—, su obra adquiere mayor interés con los años, curiosa cualidad que otorga la historia. Por lo tanto, esta mujer supo volver artístico lo que por naturaleza no siempre tiene la obligación de serlo, y ahí radica su verdadera originalidad. Al igual que otro grande de la literatura, Jorge Luis Borges, halló Gertrude Stein la puerta de la literatura en todos los géneros narrativos, poéticos y dramatúrgicos, y la devolvió a lo que al inicio de la humanidad con simpleza era: literatura. 

 

Columbia, noviembre de 2023




Publicado parcialmente en mi columna "El rastacuero literario", en Bitácora, noviembre 2023.  







            

 

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