La esencia del arte es la poesía
Entrevista al escritor Elio Osejo Aguilar
Una conversación extensa con un escritor que ha transitado por la piel de diversos géneros literarios, desde la poesía hasta la narrativa de cuentos y novela. Su creatividad lo ha llevado, asimismo, a pisar otras áreas del arte como la música, el teatro, la edición de libros y la actuación. En su búsqueda por la belleza formal en la poesía, halló valores humanos muy intensos que, con los años, lo condujeron de Lima a Huancayo, donde realiza la mayor parte de su obra.
Entrevista a cargo de: Wari Gálvez Rivas
WGR: Eres un escritor con una producción extensa y consolidada que, además, ha pisado el terreno de la poesía y el cuento, de ahí que quiero preguntarte si te consideras un poeta que escribe narrativa o un narrador con producción en poesía.
EOA: Soy poeta desde que empecé. Podría decir que empecé leyendo narrativa, como todos. La poesía llegó a mí un año después que aprendí a leer muy pequeño. En la biblioteca de mi padre había libros clásicos. Aprendí a leer con ellos. Leí a los ocho años a Henry James, a Shakespeare, La Ilíada en verso. ¿Cómo es qué esto rima y se parece a las canciones?, comencé a preguntarme. De ahí comencé a poetizar mi narrativa. Por entonces lo que más me había cautivado era la ciencia ficción y otros géneros, Julio Verne, Emilio Salgari o Walter Scott. No es que me crea culto, sino que eran esas las lecturas que estaban a mi disposición, no había otra cosa. En mi casa hubo mucha cultura. Recuerdo mucho una cosa, en una ocasión interrumpí a mi padre en una reunión preguntándole por qué los barcos flotan. Él le dijo a sus colegas: “Discúlpenme un momento, mi hijo me ha hecho una pregunta”. Luego se acercó a mí y me dijo: “cuando no sabemos algo, vamos a la biblioteca”. Había una cultura de leer y percibir el mundo a través del conocimiento. Por otra parte, yo empecé a imitar a mis primos que ya estaban en la universidad. Yo les preguntaba qué escribían, qué sabían, qué leían. Me impresionó lo que hacían. Entonces, dije: “quiero ser escritor”.
WGR: Hoy hay una sobresaturación de la información en el Internet. Sin embargo, falta esa costumbre de imitar lo bueno.
EOA: Exacto. Lo peor, ahora imitan a los tik tokers. Leer a uno lo cambia. Uno habla mejor, se expresa mejor.
WGR: ¿Y cuándo vino esa consciencia de querer dedicarte a la literatura?
EOA: A los ocho yo ya era escritor. Bueno, es una forma de decirlo. Sucede que mis tías al ver a una sobrina decían “esta va a ser enfermera”. A un sobrino le decían “este va a ser abogado”. A mí me dijeron: “ah, este va a ser escritor, porque siempre para leyendo”. Yo siempre pedía libros de regalo. Parte de los familiares que viajaban al extranjero me traían libros de Colombia, de Cuba, de otros países.
WGR: Posteriormente, ¿cómo te involucraste en la actuación y en la película Julianna del grupo Chaski?
EOA: Creo que tuve suerte. Desde muy niño me llevaban al teatro, a la ópera, al cine, a exposiciones de pintura. Mi padre tenía recursos económicos. En el colegio era distinto. Incluso antes de acabar pensaba en que todas las personas consumían cultura. Con el tiempo me di cuenta de que no todos le dan la misma importancia a la formación humana más allá de lo profesional. A los cuatro años tuve mi primer papel en el teatro. Actué del muerto de Masa, de César Vallejo. Yo me sabía el poema completo. Más tarde a los ocho años actué de Zezé, de Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos. Desde el escenario veía cómo la gente reía y lloraba. Alguien que me vio por ahí tenía nexos con Chaski. Así llegué a actuar del Loco en Juliana a los doce años.
WGR: De vuelta a lo literario, ¿ya escribías en esa época?
EOA: ¡Claro! Y, con los años, todo lo que escribí y publiqué se lo dediqué a mi madre y a mi hija. Pero debo decir que por un tiempo, al menos al inicio, no creía en las formalidades. Me iba bien, sin embargo, en cuanto a los reconocimientos literarios que iba adquiriendo. El problema es que no quería publicar. Rompía los diplomas o los quemaba. Es algo, por supuesto, de lo que me arrepiento ahora.
WGR: Me imagino que no hiciste lo mismo con tus poemas escritos en esa época, la que podríamos llamar tu etapa limeña.
EOA: No, con eso no. Yo guardaba mis poemas. Por ello, mi primer libro salió en 1998: La tempestad dormida. Fue lo que escribí desde los dieciséis hasta los veinte años. Por ese tiempo calculé que podía publicar a un ritmo de un libro cada dos años. Tuve un plan, y me fue bien. Cuando salió ese primer libro, se decía que en el Perú no se leía. Estaba por el puesto 124 de la prueba PISA. Ahora se ha bajado un poco. Y si bien se leía poco, menos se leía poesía. Sin embargo, comencé a vivir de La tempestad dormida sin querer. En un morral llevaba cinco o más ejemplares y los vendía todos. En cada evento vendía así más de diez libros. En medio año vendí más de un millar. Y es lo que hago hasta ahora. Me di cuenta que había un mercado para literatura, claro, para la producción artística, porque para la industrial cualquier libro se vende si tiene, obviamente, publicidad. En esa época también comencé a ir a los Viernes de Poesía en Miraflores, en la rotonda del parque Kennedy. Ahí llegaban poetas de varios lugares, del Callao, de Villa María del Triunfo o de Ventanilla. Me di cuenta que había algo interesante. Ahí empecé un grupo llamado Los Afiebrados. Mala elección porque justo por ese tiempo hubo una epidemia de cólera. Mi lema era: “Una fiebre está cundiendo por todo Lima”.
WGR: ¿Muchos de los asistentes a los Viernes de Poesía ya publicaban?
EOA: Claro. Uno de los que me inspiraron fue Alberto Barrantes. Era locutor en radio Santa Rosa. Tenía poesías bacanes, incluso, algunos de corte político, y su visión era la de un poeta romántico. Ese ambiente era diferente al que encontré en Huancayo cuando llegué. Aquí noté que muchos hablaban mal entre ellos. Eso me decepcionó un poco. Por otra parte, cuando vivía en Lima, yo tenía un espacio, en Miraflores, llamado El cuarto del poeta. En mi cuento I don´t sleep, I dream hay un departamento, El Olimpo, en el piso trece, que luego termina quemándose. Después de los recitales de los viernes me llevaba a la gente ahí y hacíamos tertulia. Gente de poesía, de teatro, de música. No obstante, ahí no entraban todos. La gente sabía una seña. Si yo veía que alguien destacaba en los recitales, le enviaba un correo electrónico con el poema Venid a ver el cuarto del poeta, de César Calvo, y, abajo, estaba mi dirección. Ahí vi crecer a mucha gente.
WGR: En I don´t sleep, I dream, precisamente, hablan sobre la novela de uno de los asistentes.
EOA: Sí. Y en otro cuento, El gen de la literatura, que habla sobre un sueño que se repite y que la gente que lee el cuento comienza a soñar, la anécdota es cierta. La gente venía y me decía que había soñado con mi cuento.
WGR: ¿Y ese cuento sale por primera vez en Extraños en el paraíso?
EOA: Sí, antes yo publicaba poco. En la época de Viernes de Poesía, viví de la forma como me gustaría que la gente viva el arte. ¡Era alucinante! Ahora, muchos de los cuentos de Extraños en el paraíso se inspiraron en esa época, pero recién vieron la luz con el libro en 2014, cuando yo ya vivía en Huancayo.
WGR: ¿Y cómo nace el título?
EOA: Nace de una flaquita que me mandó al diablo. Un día me cortó delante de todos. Me dijo de todo y, al final remató: “¡eres un payaso!”. Dentro de mí, decía “voy a escribir sobre un payaso”. Y en mi dolor escribí sobre un payaso. Lo que el personaje habla en el cuento con la chica es lo que yo hablaba con ella. Fue como para volverla inmortal.
WGR: El cuento que abre el libro, F, me parece particularmente llamativo por la relación intelectual entre un profesor y un amigo suyo mucho más joven.
EOA: Antes me había pasado con la poesía algo que me sorprendió y que comenzó a hacerse realidad. Todo lo que escribía comenzaba a pasar. Por eso, dije, mejor voy a escribir narrativa.
WGR: Entonces, tu narrativa pertenece más a tu etapa huancaína.
EOA: Sí, la mayoría de mis cuentos los escribí en Huancayo. El 2015 Joe, un poeta, me pidió reemplazarlo como profesor en un colegio. Sentí que ahora yo era el profesor, como el profesor Severino en el cuento. Se volvió realidad.
WGR: ¿Qué más se volvió realidad?
EOA: Siempre tendrás veinte años lo escribí hace más de diez años, cuando no había inteligencia artificial, y yo hablo de unas computadoras cuánticas que hace cinco años recién se están probando. Al final se descubre que la mujer de la historia es también una inteligencia artificial, pero es más humana porque tiene defectos humanos, principalmente porque duda.
WGR: Algo que noto en toda tu producción narrativa y poética es tu reflexión constante sobre el acto de escribir. Personajes que están escribiendo algo dentro de la trama, como en Fragmentos de un diario apócrifo, por ejemplo, o que discuten sobre el título que le iría mejor a un libro, como en I don´t sleep, I dream del que hablabas antes. Lo mismo sucede en tu poesía desde tu primer libro. Intentas definir, mejor dicho, acercarte a definir qué significa escribir poesía. Es lo que dices en el verso: Poesía no es ir de pesca / Poesía es andar descalzo por la playa. O, también, Poesía… / …eras tú. Esas reflexiones me recuerdan a Borges.
EOA: Hubo un punto en mi vida en que se fue a la mierda y empecé de cero. Más bien quise definir mi vida a partir de la poesía. Entonces, todo el tiempo trataba de justificar mi existencia a través de la poesía. A través de la poesía me acerqué a la filosofía, a tener una concepción del mundo. Por ejemplo, yo tuve una pelea con varios millenials porque quieren hacer cualquier cosa y yo les digo que la reflexión no va por ahí. “A ver, entonces, dinos qué es la poesía, a ver”, una vez me retaron. El sentido no es específico, pero es como un Aleph, muchas cosas pueden dar vuelta en torno a un poema y adquirir diferentes sentidos. El lector también aporta algo a la lectura.
WGR: De ahí lo importante de la crítica, que saca algo que el mismo escritor no es consciente del todo.
EOA: El detalle está en que eso justifica algo del pensamiento mismo. A través de la inducción o la deducción igual llegas al mismo punto. El poeta intuye cosas. No tiene idea del proceso ni de la estructura misma porque no es historiador, no es filósofo. Sin embargo, descubre algo, en muchas ocasiones, anticipándose a las cosas.
EOA: El 2004 no se sabían qué eran los memes, pero en Secreciones literarias hay microcuentos que son en realidad memes con harta filosofía y harta ciencia.
WGR: Las referencias intertextuales a tus mismos textos son otro aspecto interesante. En El Olimpo los personajes discuten otro cuento llamado El amor es un ovni.
EOA: ¡Exacto! Al mismo tiempo hay un chiste. Yo mando en este universo. Aquí también hay un personaje que aparece en otro cuento. Ahora, en la poesía he jugado también con eso. En El alma del espantapájaros y en mis otros libros juego con los títulos en varios idioma: francés, latín, inglés, alemán. Es mi forma de hacer explotar el cerebro del lector.
WGR: ¿Y cuál es tu relación con la dramaturgia?
EOA: He adaptado obras, he puesto en escena clásicos.
WGR: ¿Y con la novela?
EOA: Tengo en proyecto una que es un híbrido. Más o menos, en cuanto a la hibridez, como La Casa de Cartón. Lo otro lleva un tema sencillo. Yo soy admirador de la ciencia ficción. A mí me sorprendió una novela llamada Tau Cero de Poul Anderson. Se trata de una nave capaz de doblar el espacio tiempo. El tiempo pasa de un modo lento para ella. Todo gira a su alrededor. Mi novela trata sobre un viaje de hongos. La psilocibina permite reproducir las experiencias que uno ha tenido e, incluso, arreglarlas. O sea, el cerebro comienza a crear nuevos recuerdos a partir de los que ya tienes. Sin embargo, aún sigo en el proceso de escritura, intento encontrar la manera de que no parezca tan fantástica.
WGR: ¿Crees que la escritura de novelas debe tener una planificación más detallada que la de cuentos y poemas?
EOA: En realidad sí la tiene. No tiene que ver necesariamente con la complejidad que se trata ahí. Teórica y técnicamente la novela tiene mayor planificación. Sin embargo, no diré que un poema no tiene esa misma preparación. A mí me ha pasado que algunos de mis poemas los he terminado en años. En resumen, todos los géneros literarios deberían tener el mismo rigor de trabajo.
WGR: El acto creativo está en algún momento cuando uno vislumbra un objeto dentro de la imaginación. De ahí a trasladarlo a la página pueden suceder mil cambios. Para entonces uno ya no es el mismo. ¿Crees que a uno se le escapa el arte de las manos en todo ese proceso?
EOA: En mi caso, yo no me siento a escribir con un horario exclusivo para ello. Mi forma es distinta. Hay poemas que acabo a las cuatro de la madrugada sin dormir. Yo creo en una suerte de inspiración. A mí se me ocurre la cosa y la escribo.
WGR: Entonces, gracias por el tiempo brindado para completar esta entrevista.
Publicado parcialmente en Bitácora, mayo de 2023.
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