La narrativa corta en manos de Félix Quispe Osorio adquiere una dimensión especial en donde lo fantástico, en ocasiones, se funde con lo siniestro.
Entrevista a cargo de: Wari Gálvez Rivas
WGR: Félix, en una entrevista con Jefferson Gómez García comentaste que actualmente la gente prefiere leer textos cortos, dejando de lado las lecturas prolongadas de novelas o cuentos extensos, debido al agitado mundo en que vivimos.
FQO: Yo descubrí el género de relatos cortos a raíz de una lectura que hizo Jorge Yangali de un cuento Fernando Iwasaki. De otro lado, me atrapó un cuento corto de Sandro Bossio, La ventana, en su libro Kassandra y nueve mentiras menores.
WGR: Se trata de un policial muy interesante.
FQO: Sí, y me di cuenta que ese era el formato adecuado para leer en la actualidad. La gente anda ajetreada y sin tiempo. Muchos no tienen el hábito de consumir historias largas.
WG: Eres pesimista con las novelas e historias muy extensas de cuatrocientas o quinientas páginas.
FQO: Yo lo veo como un reto. Es decir, leer esa cantidad. Muchos sí leen historias largas. Antes, yo pensaba estudiar ingeniería, pero, al no ingresar, opté por letras. Soy un lector tardío. Si un texto extenso no me atrapa, lo dejo a un lado. Me pasó incluso con varios libros de Mario Vargas Llosa. Sin embargo, no fue lo mismo con El Túnel de Ernesto Sábato, Pedro Páramo de Juan Rulfo o El llanto en las tinieblas de Sandro Bossio.
WGR: Entonces, eres más un lector de relatos cortos.
FQO: Me da más gusto por la amplitud de temas que se pueden abarcar. Los novelistas son admirables para mí por el hecho de abarcar historias en varias páginas.
WGR: Por otra parte, noto que una generación reciente de exalumnos de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Nacional del Centro del Perú se lanzó a producir narrativa, dejando de lado la poesía, y dándole un nuevo rostro a la literatura de la región central.
FQO: Sí, hace unos años hubo una efervecencia de narradores y poetas. La generación anterior a la mía, la de Hugo Velazco, era muy activa en cuanto a publicaciones de revistas. También noto que hoy eso se ha interrumpido. Por otra parte, en mis años de estudiante un lugar de aprendizaje y en cierta medida de modelo fue la Radio Universitaria que dirigía Alberto Chavarría Muñoz. A ese lugar invitaba a gente de diversos medios. Ahí vi, por ejemplo, a Joe Delgado, Patricia Tauma, Carlos Trujillo (muy joven aún) o a Eduardo Cabel Martínez. Se trataba de una generación que se hacía modelo y estaba en plena lucha. Efectivamente, creo que esta es una generación de nuevos narradores.
WGR: ¿Y en ese contexto se forjó tu vocación como escritor?
FQO: Yo crecí en un lugar donde no había agua ni luz. Éramos tres hermanos, mi padre y mi madre. Solo había una cama. Durante las noches conversábamos hasta quedarnos dormidos. Mi padre, entonces, contaba fábulas quechuas. El zorro y el sapo, por ejemplo. Con el tiempo las iba repitiendo. Era una actividad que a mí me gustaba mucho. Pasaron los años y, como a todos, nos invadió la tecnología. En el colegio escribía cartas de amor a las muchachas que me gustaban. Yo estudié en Casapalca. Nunca hice llegar esas cartas a su destinataria. Una vez me pidieron redactar para otros. Era un trabajo por el que me pagaban. Al inicio, copiaba unos poemas de un libro de poemas de una tía mía. Eso cambió cuando ella se dio cuenta y desde entonces me vi obligado a redactarlas enteramente por mi cuenta.
WGR: De esa línea romántica-sentimental nace tu obra. Tu primer libro Presencias mínimas (Editorial Apogeo, 2018).
FQO: Recopilé los textos que había producido hasta ese momento. Es mi carta de presentación. Antes había publicado otras plaquetas literarias como El lado oscuro del Edén, que lo compartí en el Congreso Nacional Lingüístico de Ica. Luego participé en un concurso de narrativa en Casa de la Literatura y salí seleccionado. Todo ello me motivó.
WGR: En el conjunto de tus cuentos se filtra lo fantástico, lo macabro, lo ominoso. Buscas reescribir historias reconocibles. En uno de tus cuentos aparece Alicia de Lewis Carroll, y en otro encontramos a los personajes de Rayuela.
FQO: Eran parte de mis lecturas de entonces. Continuidad de los parques de Julio Cortázar me gusta por su técnica. La sorpresa, el cambio al final.
WGR: Y también algunos de tus cuentos lindan con el verso.
FQO: Publicar un libro requiere mucho tiempo y paciencia.
WGR: ¡Esto es Jauja! será tu siguiente producción y, aunque aún no se ha publicado, podríamos hablar algo de él. El cuento principal que lleva el título del libro tiene cercanía a los vasos comunicantes de En el Bosquede Ryunosuke Akutagawa.
FQO: Sí.
WGR: Desde la portada encuentro una huella identitaria bien fuerte. ¿Cuando escribes piensas solo en un público de Jauja?
FQO: Ese libro apunta a gente de Jauja a raíz del conflicto que hubo en 2012 en torno a la construcción del nuevo aeropuerto en Orcotuna. Como otros artistas, hay elementos de mi entorno.
WGR: Al hablar de Jauja, es inevitable hablar de Edgardo Riverra Martínez. En su faceta de historiador investigó mucho sobre el pasado de Jauja. Pero al margen de él, la literatura actual y la nueva generación de escritores que delinean los contornos de esa ciudad, lo hacen de un modo más realista y, en mi opinión, con mayor factura estética. Pongo de ejemplo la literatura de Jefferson Gómez.
FQO: Su novela País de Jauja de Rivera Martínez era un libro que se dejaba a los alumnos de quinto grado de secundaria. Era imposible que la acabaran. Era muy extensa. Más allá de promover la lectura, se la estaba matando. Es un problema también del criterio de quienes escogen estos libros.
WGR: En mi opinión un libro sobrevalorado. La historia se repite cíclicamente solo por el hecho de llenar páginas. Además, retrata una Jauja idealizada alejada de realidad y con múltiples expresiones floridas. Un espacio que solo vive en la imaginación de Rivera Martínez.
FQO: Sugiero más bien la lectura de sus cuentos.
WGR: De otro lado, ¿crees que siga vigente esa dicotomía entre Huancayo y Jauja? Percibo que esos divorcios culturales pertenecen al pasado o, en todo caso, están más vinculados a lo folclórico. En el campo literario, me parece, esto ha cambiado y las nuevas generaciones se asumen como gente del valle del Mantaro solamente.
FQO: Muchos jaujinos, sí. Los refranes como Jauja danza y Huancayo avanza continúan. Pero en la literatura no sucede lo mismo.
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