Tres amigos que solían reunirse para conversar sobre literatura y arte. Tres amigos que forjaron su vocación literaria a partir de lecturas compartidas. Tres amigos que unieron esfuerzos para vencer las dificultad de enfrentar el mundo literario y editorial contemporáneo. Tres plumas que con posturas disímiles retratan a través de sus personajes y situaciones la vida de una ciudad que de pequeña no tiene nada.
Entrevista a cargo de: Wari Gálvez Rivas
WGR: Ustedes son Luis Inga, Carlos Chanca y Eduardo Huayanay. Hace un año publicaron un libro colectivo titulado Tres al hilo (En Blanco Editorial, 2021), su primera producción literaria, donde reúnen nueve cuentos. ¿Cómo se armó la idea de salir al campo literario en grupo?
CCH: En la universidad publicamos algunas revistas y siempre tuvimos en común el amor por la literatura. La idea salió de unas conversaciones que tuve con Eduardo. Nosotros leíamos muchas revistas literarias de la región Junín, pero vimos que no había muchas publicaciones en formato libro. El problema de las revistas es que desaparecen fácilmente, no se almacenan. Un libro no desaparece tan rápido. Entonces, decidimos parar de escribir en revistas y apostar por publicar los Tres al hilo.
WG: ¿A qué revistas te refieres?
CCH: Bohemia literaria, Kilkay, revistas universitarias. Luis, por su parte, también dirigió algunas revistas como Círculo Literario y Yachay Malka.
WG: Y en tu caso, Luis, también tienes un programa radial en la web sobre literatura, 33 piedras.
LI: Fue una iniciativa conjunta con George Andrés Chagua. Era parte de los conversatorios universitarios. En el Círculo Literario también organizábamos debates y charlas.
EH: Justo ahí es donde yo me conocí con ellos. Jefferson Gómez acababa la universidad. Él ya había participado en Lucha Libro, un concurso organizado por la Feria del Libro Zona Huancayo. Luego me pasaron la voz para participar en los conversatorios. Ahí conocí a otros escritores como Edison Castellanos, Luis Inga, Hugo Velazco. También llegaban estudiantes de otras facultades. Fruto de esas charlas fue Círculo Literario. Ahí hicimos nuestros primeros pinitos.
WG: Para todo aspirante a escritor, escribir en revistas es el primer paso.
EH: Así es.
WG: ¿Y esas revistas tuvieron continuidad?
EH: Ya no, siento que cada nueva generación no desea escribir. Simplemente, muchos desean convertirse en profesores y punto. Leer es solo parte de la educación, pero escribir ya no.
LI: Creo que ahora los que quieren escribir prefieren estudiar comunicación. Ahí también aprenden a escribir.
WG: Muchos ingresan queriendo hacer periodismo narrativo o cine, pero acaban haciendo un periodismo clásico-funcional, y dejan de lado sus referentes en el género como Gay Talese, Tom Wolfe, Gabriel García Márquez o Martín Caparrós. Entrando en materia, pienso en los narradores latinoamericanos de los noventa, el Manifiesto Crack de Jorge Volpi o McOndo de Alberto Fuguet, que deseaban continuar o alejarse del legado del Boom latinoamericano. ¿Hay alguna intención literaria como esa en su caso?
EH: Los tres somos docentes y los tres escribimos diferente. Cada uno escribe de lo que conoce. Luis tiene una vena más indigenista. Carlos es más urbano como yo. El gesto está en la presentación como escritores nuevos.
CCH: Hubo un referente cercano en un texto de Huánuco, Tres en raya, donde publicaron Andrés Cloud, Mario Malpartida y Samuel Cardich. Ahora, cuando pensé en Eduardo y Luis, teníamos en mente ficcionar la realidad. No deseábamos mezclar lo fantástico con lo real. Trabajamos enteramente sobre la realidad.
WG: ¿Y ese es el hilo conductor del libro?
EH: Los tres hablamos sobre Huancayo. Luis quería estructurar el libro considerando primero los cuentos que hablan sobre el campo y así, como una guerrilla, avanzar hacia la ciudad. Por eso inicia Luis con una perspectiva campesina, luego Carlos (de la periferia) y yo lo más céntrico posible.
LI: Aún así no se logra cubrir todo. Huancayo es muy extenso.
WG: Entonces, ¿no fue por sorteo como se suele hacer?
(Risas)
LI: No, fue planificado por mucho tiempo.
EH: Aprovechamos el tiempo de la pandemia y Carlos nos obligaba a reunirnos semanalmente por Zoom para corregir y trabajar los cuentos del otro.
WG: ¿Esos cuentos los tenían escritos previamente?
LI: En mi caso ya tenía varios.
WG: Luis, los tres primeros cuentos que abren el libro son de tu autoría. Encuentro que si bien están contextualizados en zonas rurales, hay puntos conectores con las zonas urbanas. En el caso de Historia de dos burros, hay un elemento de modernidad, un anciano con un celular, que irrumpe en la vida del campo. No existe un afán de reivindicación o un discurso político pretencioso como sucedía con el indigenismo clásico de Ciro Alegría o José María Arguedas.
LI: Yo veo que no hay actualmente una buena representación de la zona rural. Ya nadie se considera indio, son campesinos o comuneros.
WG: Desde la Reforma Agraria de Velasco Alvarado.
LI: Exacto, y, sin embargo, tienen una tradición en cuanto a la oralidad. Villanes Cairo es un referente para mí ya que se acerca a ese mundo. Además, porque retrata espacios que yo conozco bien: Áhuac, Huáchac, Chupaca, Chongos. Quise continuar esa línea y desee retratar, sin temor, esos espacios. Antes yo solo pensaba en hacer literatura fantástica, pero después me incliné por el realismo. Quiero retratar cómo el campesino interactúa con la ciudad y cómo se va transformando.
WG: En Matar al cóndor retratas un mundo masculino cruel en el cual los adolescentes deben pasar pruebas de virilidad para ratificarse como tales.
LI: El campo sigue siendo un mundo muy violento, machista y soez. En los talleres de carpintería los jefes insultan a su personal y los tratan mal. Incluso las bromas tienen doble sentido, hiriente en muchos casos. Es un elemento del mundo campesino. Siempre se habla de buscar la hombría, de saber quién es el más macho. En el campo golpeas a un perro y no pasa nada como hoy en día en la ciudad.
WG: Ese mundo cruel, de rudeza y de aprovechamiento, ha ido perdiendo vigencia, creo, en las ciudades. Seguimos más una linea occidental y cualquier forma de maltrato se ha vuelto cuestionable. Sin embargo, no siempre fue así, las cosas han ido cambiando en el país en los últimos quince años.
LI: En el campo hay zonas donde sigue siendo así y no me sorprende. Ir e imponer que se deje el machismo es imposible. Opino que las cosas van cambiando con las generaciones. Gracias a la educación, los jóvenes van adquiriendo una forma distinta de pensar, se van occidentalizando más.
WG: Sin embargo, en ese proceso de educación se van perdiendo ciertos valores como el idioma.
LI: Ciertamente. El quechua va teniendo un retroceso fuerte. Me acuerdo que antes a los chicos no se les dejaba hablar en quechua y lo que se vive ahora es a consecuencia de ello.
WG: Mis recuerdos son similares. Mi padre habla quechua, pero no me heredó esa lengua aun cuando la tenía a su alcance. En la actualidad, cada vez que visito las zonas de Huancavelica, Andahuaylas o Ayacucho, percibo menos las voces quechuas, más aún en los jóvenes. El idioma se ha ido diluyendo y tal vez se diluya incluso más.
LI: Lo bueno y lo malo.
WG: Y eso se percibe en tu narrativa.
LI: Algunas personas no se adecúan a la modernidad.
WG: Cambiando de tema, ¿qué escritores te inflluenciaron?
LI: Admiro la narrativa de Óscar Colchado. Por otro lado, Amor mundo de José María Arguedas es para mí un libro excepcional. Y creo que no hay mejor ensayo sobre la obra del mismo Arguedas que La utopía arcaica de Mario Vargas Llosa.
WG: Efraín Kristal en Una visión urbana de los andes analiza la transformación del indígena en sujeto subalterno de la periferia, a través de las grandes migraciones que poblaron Lima desde inicios del siglo pasado. Desde esa perspectiva, para él hay una continuidad entre la narrativa indigenista y la narrativa urbana de la década de 1950 en Lima. Ese mismo hecho percibo, Carlos, cuando paso de los cuentos de Luis a los tuyos, pero en un contexto de la ciudad de Huancayo.
CCH: Todos mis personajes son migrantes sureños. Mis padres son huancavelicanos y la mayor parte de los sureños se asentaron en Chilca. No son huancaínos en su totalidad, pero ya forman parte de la ciudad. Tengo, por eso, una percepción e incluso creencias andinas, que las arrastro por mis abuelos. No podíamos confiar en nadie, por ejemplo, es una historia que me contó mi mamá. Su padre conversaba, según ella, con su hermano que había sido asesinado. A mí me sorprendió mucho.
WG: En Ash Vida y en Tú solo eres cáscara, se percibe un conflicto con el padre.
CCH: No necesariamente trata sobre mi vida, sino tomo las historias que otros me cuentan. Obviamente, hay un trasfondo biográfico que no podría negar.
WG: Otra cosa que me llama bastante la atención, a diferencia de Luis, es la categoría racial y su importancia en la percepción de la escala social en tus cuentos. Recordemos, por ejemplo, Alienación de Julio Ramón Ribeyro. En tus cuentos ser blanco, mestizo-blanco o tener huellas de blancura marca tensiones sociales llamativas. Cito una línea de Ash Vida: «Se llamaba Carmen y vendía ceviche en el mercado Chilca. Era blanconcita, conqueta y de bamboleantes caderas. El color de su piel llamaba la atención de taxistas y mecánicos que llegaban a su puesto como llegan a la miel las abejas». En Tú solo eres cáscara, el narrador dice: «(…) tus nietos, viejo. Deben tener tu pepa, porque tú eras gringo. Recuerdo que mi abuela decía que eras hijo del Tayta Wamani, de ese señor alto y de ojos azules que llegaba en un caballo blanco a enamorar a las pastoras».
CCH: Sí, pero dentro del mundo del mestizo como tal. En los colegios de Chilca, donde vivo, por ejemplo, hay una cierta admiración sobre alguien de un tono de piel más claro. Yo estudié en el colegio José María Arguedas, de Auquimarca, en Chilca. Cuando llegaba un chico migrante que no hablaba bien el castellano era motivo de burla. Yo retrato ese mundo.
WG: En realidad, es un mal que vive el continente entero, producto de la colonización. Por otra parte, ¿cuáles son tus referentes literarios?
CCH: Admiro a Ciro Alegría y la propuesta de Julio Ramón Ribeyro. Con el tiempo, me interesó más la literatura que trastoca la sociedad. Montacerdos de Cromwell Jara, Matacabros de Sergio Galarza. En Huancayo destaco a Julio César Alfaro Gilbonio.
WG: Eduardo, por tu parte, veo que retratas la urbe y los dilemas de sus habitantes, percibo eso en Contra las cuerdas, donde, además, coges un epígrafe del cuento The battler, de Ernest Hemingway, en el que un antiguo boxeador loco se encuentra con Nick Adams e intenta golpearlo. En tu cuento también aparece un boxeador.
EH: La historia surgió a raíz de una noticia que me contaron. El problema fue que no conocía realmente Huanta, donde está ubicado el cuento. Armé los hechos a partir de mapas y referencias.
WG: Hay un narrador-investigador que busca saber más sobre el pasado. Me parece un hecho llamativo y recurrente en la literatura actual. ¿A qué escritores sigues?
EH: Mario Vargas Llosa, Ernest Hemingway, Ryunosuke Akutagawa, Roberto Bolaño y Juan Carlos Onetti. Me gustan sus femmes fatales.
WG: En tu cuento se sugiere una infidelidad, aunque la femme fatale no aparece directamente. De otro lado, Esa llamada está contextualizado en época de pandemia.
EH: Escribí ese cuento para un concurso en Puno. El reto fue tratar de hablar de la pandemia, pero no de manera directa. Además, mis tres cuentos están unidos por llamadas telefónicas.
WG: El corazón de la historia es la escasez económica.
EH: Y eso se percibe recién al final.
WG: Tu último cuento, Mi hermano, retrata nuevamente, como Luis, una masculinidad en crisis. Un homosexual que no pasa el reto de acostarse con una prostituta para demostrar su virilidad.
EH: A mí me llama la atención bastante el tema de la homosexualidad. Por ahí alguien pensaba que se trataba de un tema personal, pero no. Yo trato que los conflictos de mis personajes sean desarrollados en sus cabezas. El personaje en ese cuento vive un conflicto interno muy fuerte, todo está dentro suyo, él es su propio enemigo.
WG: Y una fotografía ahí también hace que surja el recuerdo del personaje, como queriendo buscar respuestas en algún punto del pasado.
EH: En esa época veía las películas de Pedro Almodóvar, creo que hay una influencia de él. Trato, por otra parte, ser seco y hacer que mi prosa sea lo más cinematográfica posible.
WG: Antes de despedirnos, ¿cuáles son sus siguientes proyectos?
TRES AL HILO: Cada uno tiene un proyecto individual y creemos que nuestra labor estará finalizada cuando cada uno tenga un material propio. Carlos y Luis tienen cuentos reunidos en proceso de corrección que verán la luz el año siguiente. Eduardo espera juntar y encontrar un hilo conductor para reunir sus cuentos en un solo libro. Tal vez volvamos a reunirnos en un futuro no muy lejano.
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