Ir al contenido principal

La casa donde vivió Harriet Beecher Stowe

Sobriedad y calidez familiar

 

So you´re the little woman who wrote the book that started this great war!”

Abraham Lincoln a Harriet Beecher Stowe en 1862

 

Hartford es encantador no solo por sus edificios victorianos y sus arboledas atravesadas por grandes autopistas que cruzan todo el Estado de Connecticut, también lo es porque no se parece mucho a su vecino gris: Nueva York. Entre casitas típicas de las Trece Colonias británicas y senderos junto a jardines ingleses, en un lugar antiguamente conocido como Nook Farm, habitaron dos vecinos muy particulares –los separaba solamente un jardín con enormes tilos- que tenían un rasgo en común: ambos escribieron en el siglo XIX dos novelas que insertaron al “otro”, al relegado, al marginado, el esclavo, el hombre negro, en las páginas de la literatura norteamericana: Harriet Beecher Stowe y Mark Twain. De hecho, es posible ver la casa del bigotudo Twain desde el cuarto de Beecher.  

En el pequeño estudio del primer nivel, la abolicionista Beecher Stowe terminó de escribir ese célebre libraco de carácter sentimental La cabaña del Tío Tom (1851), su primera y más reconocida novela. La luz tamizada ingresa por los ventanales directamente al tapiz de los mullidos sillones -donde, naturalmente, el visitante está prohibido de sentarse-, y el empapelado muy sobrio y el piso de madera están en los dos niveles: es una casa muy femenina, pero de una mujer escritora, potente, que realmente lleva las riendas de ella. Quizá sus dos hijas solteronas que vivieron con ella toda su vida hayan contribuido a ello. (Las casas de las escritoras siempre ha tenido este sello característico).

Esta casa es propiedad de la Harriet Beecher Stowe Center, que se encarga de la difusión de la obra de la que fue su ilustre propietaria, cuyo rostro aparece en los innumerables productos de merchandising ofrecidos en el lugar. Todo tiene la imagen de la autora, desde un juego de tacitas de porcelana china hasta un felpudo amarillo. Pero en America cada uno vive su vida y pocos bajan de sus autos para visitar este lugar, pues resulta un gran sacrificio dejar de ir de shopping en algún mall cercano.  


Anotaciones sueltas de 2014 que hubieran encajado en Intimidad de las Casas de Bitácora

Comentarios

Entradas populares de este blog

Pachanga de escritores: Las cartas del Boom

Las cartas de Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez revelan la construcción íntima de sus amistades, y son la punta de iceberg de lo que sucedía en una época en la que sus carreras como escritores no solo iban en ascenso meteórico, sino en la dirección de expandir la literatura latinoamericana hacia Europa y Estados Unidos.       El género epistolar —antaño tan indispensable en la vida cotidiana— era una práctica que se debía de dominar si uno quería causar la mejor impresión en su destinatario, y quizás único lector. La estructura, la extensión y el estilo revelaban el cuidado de su autor. Era todo un arte en sí. Y es por esto que cuando se publica un texto recopilatorio como  Las cartas del Boom  (2023), solo queda celebrar.       La carta inaugural fue la que Carlos Fuentes le dirigió a Julio Cortázar, fechada el 16 de noviembre de 1955, escrita en México con destino París. Su emisor pide una cola...

Le dedico mi silencio: el silencio de Mario Vargas Llosa

¿La última novela de Mario Vargas Llosa? El autor añade al final de  Le dedico mi silencio  que será su última novela y ahora solo le “gustaría escribir un ensayo sobre Sartre” —su maestro de joven— y será lo último que escribirá. Si el libro habla de la huachafería y de las utopías, como explicaré luego, cuesta creer, aunque no con tristeza, el final de la carrera de un escritor, quien, por lo demás, siempre transmitió seguridad en sus ideas estéticas, culturales y sociales. ¿Un utópico? No lo creo. A diferencia de Toño Azpilcueta, protagonista de esta novela, Vargas Llosa da una lección de saber en qué momento marcharse de la fiesta. A la gran mayoría de escritores y creadores la muerte los arranca del trabajo, poniendo en riesgo la planificación del futuro de su obra. Molière, por ejemplo, murió en pleno escenario; Balzac de una enfermedad repentina; Zola asfixiado por gas y Víctor Hugo de viejo. La muerte no se elige, pero uno puede intuir en qué momento llegará, y Vargas ...

¿Sherwood Anderson con amnesia?

El hombre caminó durante cuatro días seguidos. No tenía noción de quién era ni cómo había llegado hasta Cleveland, un pueblo ubicado a 40 kilómetros de su lugar de residencia, Elyria, en el estado de Illinois. Un boticario notó que el hombre se encontraba fuera de sí, enfrascado en su interior o, mejor dicho, ausente de sí mismo.     Fue conducido inmediatamente al Huron Road Hospital.             Ese hombre era Sherwood Anderson.             Un reducido grupo de personas deja todo por seguir un sueño, un ideal o una utopía. A estas se las suele catalogar —en sentido literario— de románticas o desquiciadas. Hay otras, en cambio, que se ciñen a los bienes materiales y a una vida cómoda sin carencias. Podría decirse que Sherwood Anderson, el escritor norteamericano que alcanzó la cima de la popularidad y reconocimiento por un libro a medio camino entre la novel...