Entrevista al escritor peruano Jefferson Gómez García
Se forjó a base de lecturas incansables de los maestros griegos y latinos a los que tanto admira. Tiene demonios recurrentes que lo invitan a escribir sobre su amor a los animales, la soledad, el proceso de creación o, también, sobre la modernidad inquietante en su ciudad, Jauja.
De esto y otras cuestiones de la vida y la literatura, conversamos con Gómez en un pequeño y cálido recinto del centro de Huancayo.
Entrevista a cargo de: Wari Gálvez Rivas
WGR: Has publicado tres libros, uno de cuentos y dos nouvelles, en dos años y, creo, esto no es una labor que uno realiza de un día para otro, sino después de una ardua labor de gestación y reflexión previas a la escritura. ¿Cómo empezaste con la literatura o, mejor dicho, cómo empezó la literatura contigo?
JGG: Mis primeros tanteos en la escritura vienen desde la época del colegio, en el San José de Jauja, cuando empecé con las lecturas de las poesías de Pablo Neruda y Gustavo Adolfo Bécquer. Yo nací en 1990. Con el tiempo me di cuenta que la poesía no era lo mío. Yo quería contar algo y, entonces, empecé a escribir narrativa. En la Universidad Nacional del Centro del Perú, en Huancayo, el 2012, ya tenía algunos cuentos escritos e, inclusive, una novela que ahora la tengo por ahí guardada. Leía todo lo que caía en mis manos, con el afán de aprender más la forma como escribían los grandes, los clásicos. Luego, formé con otros colegas un grupo al que llamamos el «Círculo Literario», estudiantes de la Facultad de Educación, y nos reuníamos los viernes para debatir acerca de un libro de cuentos que escogíamos previamente. Debatíamos y compartíamos ideas. Fue una especie de aprendizaje porque en la facultad uno no se educa para ser escritor, sino para profesor, pero nosotros salíamos de la línea porque deseábamos escribir. Algunos miembros fueron Luis Inga, Eddy Catalina y Eduardo Huayanay. Ellos también, con el tiempo, fueron publicando. Luis y Eduardo, por ejemplo, sacaron junto a otro escritor, Carlos Chanca, un libro grupal titulado Tres al hilo (En Blanco Editorial, 2021).
WGR: ¿Y de esas tertulias literarias resultó alguna publicación colectiva?
JGG: Yachaymallka y tres o cuatro números de Círculo Literario.
WGR: ¿Y siempre tuviste en claro querer ser escritor?
JGG: En mi familia no hubo vena literaria. Así que lo mío fue un acto de rebeldía. Siempre fui un tipo solitario que quiso escribir.
WGR: Tu primer libro, Jauja Sumergida (Acuedi Ediciones, 2021), reúne diecisiete cuentos de tu producción hasta ese momento.
JGG: Esos cuentos se remontan al antes, durante y después de la universidad.
WGR: El libro cuenta con una vasta heterogeneidad de temas, desde el animalismo o el fútbol hasta la vida de un androide que adquiere consciencia.
JGG: Cuando escribo busco la manera de reinventarme con cada historia, sin seguir la misma pauta. De ahí la variedad de los cuentos. El primero no tiene nada que ver con el último. Los narradores son distintos, se mueven entre el realismo y la fantasía. El escritor a la hora de sentarse mete algo de su propia biografía en las historias. A veces, se trata de un proceso inconsciente, pero al final la vida y los sentimientos se van plasmando en la página.
WGR: Las primeras historias de ese libro van en línea realista, pero poco a poco esta se va diluyendo hasta llegar al final con el cuento que le da el nombre al libro, Jauja Sumergida, una historia de veta enteramente fantástica.
JGG: El libro es como un viaje a la ficción. Es como un descenso, una inmersión en la fantasía hasta que la realidad se pierde.
WGR: ¿Y por qué el título del último cuento y no otro?
JGG: A la hora de escribir todo es ficción. En el último cuento, unos buzos se encuentran con una ciudad viviente dentro de las aguas de una laguna. Toda esa ciudad era un engaño y creo que la literatura es igual. Uno se sumerje y se empapa de ficciones y se da cuenta, al final, que todo es una ilusión, pero al terminar siempre queda algo por el hecho de soñar.
WGR: Sin embargo, también hay una aspecto identitario en tu obra con relación al lugar donde se sitúan la mayor parte de veces, Jauja. En tus tres libros perfilas tu ciudad, como la Aracataca de García Márquez o la Yoknapatawpha de William Faulkner, y haces que tus lectores se familiaricen con ella, incluso, sin conocerla.
JGG: Siempre he notado que las historias de los escritores de Jauja no han tenido una pretensión universal, más allá de la evocación del paisaje, el folclor, el ruralismo. Yo he pretendido dar un giro, mostrando una Jauja que pueda ser leída en todos lados, que traspase cualquier forma de regionalismo. He nacido y me he educado en Jauja, incluso al estar lejos he pensado en escribir sobre ella, pero sin reducirme a sus bailes, tradiciones o a la tunantada, por demás trastocada y comercializada como un producto para turistas. A la hora de escribir sobre una ciudad hay que ver nuevos ángulos. Siempre trato de encontrar nuevas vetas sobre las que escribir. Por ejemplo, el primer cuento de Jauja sumergida, Historia de Samuel, trata sobre mi bisabuelo, a quien mataron sus propios familiares.
WGR: Y es en esa historia donde te autoficcionas, en palabras de Philippe Lejeune, como un personaje-autor-narrador. Me recuerda mucho a Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez.
JGG: Antes tenía una admiración por su obra y, en cierto modo, cuando escribí esa historia tuve una visión periodística. Imagino que la influencia de García Márquez se filtró en cómo se reconstruye un asesinato. Pero, con el tiempo me di cuenta que uno, al empezar su carrera, admira e intenta calcar el estilo de los escritores que admira. Con el tiempo uno va encontrando su propia voz y sus maneras de narrar. En mi caso siempre he utilizado técnicas narrativas diferentes. En Historia de Samuel también he tratado de jugar con la técnica de Mario Vargas Llosa, intercalando tiempos, escogiendo nuevos narradores y espacios.
WGR: En otra de tus historias del mismo libro, Cuando murió mi perro, el narrador dice lo siguiente: «…casi todo lo escrito en el país se había saturado de tanto realismo y urgía grandes exponentes de lo fantástico, la literatura primigenia, como la llamaba Borges».
JGG: Siempre tengo presente la literatura peruana. Fernando Iwasaki menciona que en los congresos a los que asiste, le preguntan sobre lo que se publica actualmente en el Perú. He leído mucho a Manuel Scorza, José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa, entre otros, porque uno tiene que empezar por estudiar su propia literatura y luego cruzar fronteras. Espero que esto no suene a chauvinismo. Noto, entonces, que la literatura peruana es fundamentalmente realista. La ciudad y los perros, El mundo es ancho y ajeno, La palabra del mudo y muchas otras. Las grandes obras del canon literario peruano riman con el realismo. Entonces, yo cito a Borges cuando decía que la literatura fantástica era la más antigua y primigenia. Por ejemplo, La Epopeya de Gilgamesh, La Odisea o La Iliada, versan sobre lo fantástico. En el Perú no se ha seguido tanto esa veta.
WGR: Antes de pasar a tu siguiente libro, la novela corta Hacia el Ukupacha (En Blanco Editorial, 2022), déjame recalcar que encuentro una constante temática en toda tu obra: el animalismo y las mitologías clásicas y bíblicas, que las amalgamas muy bien.
JGG: Dentro de mis ficciones considero siempre a los animales. Como diría Vargas Llosa, son uno de mis demonios que están al acecho. En mi vida real convivo con animales. Tengo perros, gatos, gallinas, y ellos forman parte de mi vida. No tengo pareja ni hijos. Ellos son una especie de consuelo a mi soledad con la que convivo. Los animales han restado esa soledad. Sé que si viviera en mi casa sin animales, ya me habría muerto. Vivir completamente solo es antinatural.
WGR: Uno de los ejes centrales más interesantes de Hacia el Ukupacha, es la recreación que haces del mito griego de Orfeo al bajar al Hades a rescatar a Euridice. Ese viaje al inframundo, pero en un contexto prehispánico, en plena expansión incaica hacia el territorio del antiguo imperio Wanka.
JGG: Una de mis primeras lecturas ha sido la Biblia. Conozco muy bien el Antiguo y el Nuevo Testamento. De alguna manera, se han quedado dentro mi esencia como escritor. Otra de mis obras predilectas es La Odisea, donde se recrea el tópico del viaje. Una de las partes más fascinantes es el pasaje en que Odiseo desciende al Hades, el mundo de los muertos. Esa imagen se me quedó y al momento de escribir esta novela tuve en mente cómo sería, en nuestra mitología andina, un viaje al Hades, en este caso el Ukupacha, el mundo de abajo. Además, está también el viaje del héroe que va al rescate de su amada, aunque se trate de un tema trastocado. En la novela, Guakra va a rescatar a su mujer a ese inframundo.
WGR: No obstante, con el tratamiento ecléctico de referencias a literaturas universales, ese tema resulta particularmente interesante. No es en esencia un texto histórico, pero se enmarca en un auge de lanzamientos de novelas históricas. Desde El Espía del Inca, de Rafael Dumett, el año 2018, el mercado editorial peruano, y latinoamericano, ha volcado su mirada hacia lo histórico, tal vez se deba a la cercanía de la celebración del Bicentenario de la Independencia del Perú, en 2021. Hace poco se ha presentado también La Mariscala (2022), de Claudia Núñez.
JGG: Ha sido una labor inconsciente. Yo no sabía que estaba ubicándome en una corriente que versaba sobre la novela histórica. Solo me dejé llevar por la imagen mitológica griega, nórdica, cristiana-judía. Me planteé y pensé que al Perú le faltaba una historia rica en mitos, leyendas. ¿Por qué no escribir una epopeya?, me dije, equivalente a La Odisea o La Iliada. Claro que no es posible hacer algo totalmente original, así que decidí fusionar dos tradiciones, la europea y la andina, tomando personajes del cuentario andino.
WGR: Y, una vez más, la presencia de los animales en esa epopeya andina. Son presencias, además, muy contemporáneas, hoy que los animales son considerados como miembros de la familia.
JGG: Sí, nuevamente uno de mis demonios recurrentes, la importancia de los animales y su convivencia con los hombres. Claro que tampoco es tan original, porque en la tradición andina, recuerdo que mi abuela me decía que si uno trataba con amor a sus perros, ellos acudirían a ayudarnos, en caso uno vaya al infierno, tratando de encontrrar los mecanismos para llevar agua en su oreja. De esa forma restarían un poco el sufrimiento. En nuestra tradición, también he escuchado que los perros lo ayudan a uno a cruzar un océano hacia el Ukupacha, pues ellos nunca se hunden.
WGR: Esos demonios recurrentes llegan a su punto más alto en tu última novela, El fin de todas las cosas (Editorial Amarti, 2022), en la cual está presente la impronta de Richard Matheson y Ray Bradbury. Me comentabas que escribiste este libro en tiempos de Covid.
JGG: Hace muchos años leí Soy Leyenda, de Richard Matheson, y me conmovió mucho. De alguna manera me identifiqué con el protagonista Robert Neville, viviendo solo en una casa mientras el mundo estaba destruido. En un capítulo él mira a un perro rondando y hace de todo para atraparlo, solo necesita una compañía, pero lastimosamente el perro muere unos días después. Me planteé escribir una historia similar, pero desde mi propia experiencia. Ese momento llegó con la cuarentena, que fue muy radical, y uno no podía ni andar por la calle. Desde mi ventana, yo veía esa soledad de las calles. Me imaginé, entonces, a una Jauja desolada y la historia de un hombre solitario que, a diferencia de Neville, vive con sus animales, ellos son su única compañía. Después me pregunté qué sería si esos animales estuvieran bajo la amenaza de ser asesinados o alejados.
WGR: El protagonista vive también un proceso de duelo tras perder, en otra línea de tiempo anterior, a su mujer, víctima del virus.
JGG: Tiene que ver con mi propia biografía. Yo he perdido algunas parejas que tuvieron que marcharse. Quise incorporar también eso. Este alter ego de la historia ha arrastrado por mucho tiempo esa pérdida. Cuando uno quiere a una persona, ella se queda dentro de uno mismo y no se va del todo. Él tenía que convivir con ese largo dolor.
WGR: ¿Qué otros proyectos se vienen?
JGG: Tengo proyectos encarpetados que, espero, vean la luz el año siguiente. Deseo que las historias conmuevan al público. Tengo un libro de cincuenta cuentos populares y otras historias que madurarán en mi cabeza y tomarán la forma de un libro de cuentos o novelas.
WGR: ¿Con animales en las tramas?
JGG: Con los mismos demonios recurrentes.
Huancayo, noviembre de 2022